poemas.

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I

Lanzo mi red a un desmonte roído
Alimento a criaturas de plumas erizadas que,
en su apostolado vuelo,
me rondan con cantos de seda

Se coagulan cables en un falso cielo
Las hojas caminan sobre pájaros hambrientos

Les tiro palabras carnada
No una hoja apiadada por la púa
Sino esta mano sorda
que no calza en su tórax

Y tú cantarías el tiempo de cenizas
Como un pez, eras mi agua,
Un país de mis caídas.

Somos un bosque de algas quietas.
Esperamos la herencia de otros peces con iniciales antes de caer.
Antes de nacer en astillero,
aquí estabas,
lamiendo mis edades,
mi recuerdo.

¿Cuándo fue la última vez?
Quizá descalza
El grito de un nombre
¿Cuándo fue?
¿Acaso tuve una última vez?
No digo correr ni alzar mis brazos,
digo la última vez de ser solo yo,
y no este puñado de ojos en cada derrota de mi-última-vez.

***


A La Trece

visten sudarios salpicados de piedad
la espera es color cuchillo
el desayuno, un manto de látex
bandejas huérfanas de hambre

sus muecas atan hileras de camas moribundas

ahí vienen a picotear mi pensamiento
mi alarido se impregna en el acero

escucho el crimen de latrece
se duerme en degradé de llamas

Yo, en sábanas que no son,
palpita mi tórax perforado
ojos agrietados de un techo que no suelta.

Mi nuca, piedra cansada y añil.

Mi mente, ya es orilla.

***

este país
hecho de arcilla porosa
y tiempos vísperos

este pájaro
que vino a posarse en mi mano extraña
tan perfecto
tan presente

yo, tan azul tan tierra
cuerpo mullido
tú, hijo expósito, pides silencio
me tiño de arena
profana
errante

llevo conmigo todas sus muertes
ellas me dictan el yacimiento de su memoria.


Antes del olvido

Tus ojos salivaron esta canción que alimento,
la sutura en sus notas es gorjeo en mi respiración.

He intentado melodías, una selva grácil.
Pero este indómito lugar desde donde te escribo
tiene los sonidos azules de mi abandono.

Y toco mi voz milenaria de ondas verdosas
y adivino el reclamo en mi pecho.
Atravieso constelaciones acuosas.
Visto un tramado de espuma y calma.

La sal de mis poros.

Aquí todo respira.

***

su cuerpo incógnito
supo del hambre febril
envuelto en leche,
sangró en un silo,
abandonó la encarnación

artificio que escapa a lo sagrado

dime, ¿quién sueña con cantos de insondables naufragios?

aunque sea branquias

voz cascada

rostro calado de perlas
cubierta de liquen y sal.

Rompo la ola
soy alimento

Mi piel es linfa
Viajo en dedos chorreados

Revuelco la espuma dócil
Mis colores se pliegan a rostros de sol
Y llevo la sal de años sedientos

Soy marea que danza culpa

de pie
mis manos son de yodo

camino en mi proa
brilla la tristeza en cabellos antiguos

¿Qué es un cuerpo sin memoria?
vestigio de sus pisadas

sedimento

tú, viajera amarilla y fugaz
huellas corales desafían el camino

su éxodo es perfume

rezo su sentencia
veo quincha en mis medias-de-ayuno

mi madre altillo
vitrina de migajas
cueva de dos cabezas

invento mi propio abecedario
un cordel de dientes

y todas las cosas gritan mis despacios

y aún sigo pariendo un hermoso nombre vocal

Tener dedos musicales,
piadosos
dactilares tibios
con sus huellas
y pliegues venideros.

ser otra,
la que no suelta la nave y amanece

Hay un concierto que arde en mi pecho
Crines en mi garganta

Custodia de azufre y cerillas

Habito un yacimiento
(Hay guardianas de mis huesos, de mi tundra)

Mis manos traslúcidas
Venas lechosas
Aullido dorsal
Friaje chorreando vida

***

Tejía redecillas para venderlas en la hora de visita.
Un palito de helado, su aguja.
Y en su rodilla huesuda y huérfana, bordaba la ira.

Respirar: la pesca del día

***

¡Mi lengua caliza podría atravesarte, desollarte!
¡Soy más de una!

La olfatea antes de partir. Se traga su olor.
Se aleja con sus pies de fango.
Termina su guardia, por esta vez.

La noche la mira altiva.
Se oye el latido de la humanidad.

Me acuerdo de las horas rasgadas en el patio trasero.
me acuerdo de sus manos en mi cuerpo escupiendo tierra.

no recuerdo las estrellas de esa noche.

me acuerdo de sus miradas filosas en mi edad
me acuerdo de sus palabras tiesas

grita un viento boscoso
¿acaso se fueron?
dejaron telarañas en mi garganta

busco mis pies

no escapo,
ladro.

El camino de regreso fue una danza.
De pronto no supe de otra forma de latir que mi ritual de renuncias.
Me hice de giros en duelo
Mi pecho invadido no se mira
La trama de mis venas eran palabras

Ahora tengo este presente cenital.
Ya no soy la recolectora de memoria de cadencias

Confinada a este cuerpo,
deshabito el laberinto de mis huellas

Escribo plegarias que recorren
el viaje fugaz de mi inocencia
ellas me dictan el olor a copas de árboles fríos,
un campo de flores del viento
las escucho y
esta mano soy yo
incapaz de tocarlo todo
estas palabras son mi hijo

mi hijo jamás dejado a la intemperie
en este bosque de largas ventanas que miran azul

anochezco en azul violáceo
eres mi elemento
mi quietud
velo de pestañas
que trepan en mis sueños

me alumbro

***

dejó los bosques de otoños largos
vuelve en su estado más fugaz
sus párpados, sedimentos finos
enfrenta las nubes pardas de ayer
su evolución, puede.

ante la caza,
vista territorial,
huele su sigilo.

tanto golpe a
un torso queriendo ser más
        consuelo de qué

casi agradecida,
drenaste una niña de tus encías.
hasta ayer,
hasta conservar una selva en mi aleteo.

***


Estas ganas de ser el azul de tus cosas
Tu acento montaña

tu voz
borda
el filo
tierno
de mis huesos

soy el hambre de un ave parda entre sus matas

te canto en Calipso para que nunca duermas.

te bailo
te alimento
tengo brazos de mujer

mi risa grave es nuestro carnaval

desnuda,
soy giros.

el mito de mis pies
se aferra a la humedad filosa

volteo a verte
me sumerjo en azul

su grito no me alcanza

soy el latido de mi brazo yerto

***


También repartió funciones a cada pasajero:
Una criatura eremita tuvo su propio himno.
Un padre, su nacimiento.

Y a ella: sonido, rizoma, bosque vocal.

si te dejo sin sonido es por mi perfección.
me sirvo un plato con tus pesadillas

encantada

              muriendo.



cuidas las flores de esta memoria áspera
quizá unas hebras de acantilado

como si nada, nuestro azul escondido.
el origen de un otoño fácil.
llegan tus tardes violáceas.

gajos de luz
miradas de vapor
hierba entre mis medias

***

Me alimentabas con crestas de tu enfermedad

Un día cubrí tus pies de la resaca fría,
Abriste los ojos, escapé de ti:
el único gesto piadoso que te tuve.

Ahora, tus pisadas rancias son mi arsenal de rosas.
Soy tu milagrito.

ese patio huérfano de infancia.
mis uñas escarbando sus páramos.
mis medias salpicadas de Lima, la de metal y huesos.



II
Con su corazón en curso, abre el tórax, toma el silbido del órgano:
empieza a remendar.

Lacitos plumosos conforman un cuerpo
su amor, una arruga en medio del pecho, el fin de una playa.

La bruma, un prendedor en sus hombros.
La llama voraz de un páramo.
Así te ofrendo yo,
pecho piadoso,
exiliada de ti.


Y sabrá de idiomas agrios.
La rumia de embestir
Sus ojos fábula,
y manos cordero.

horadar la neblina de una casa que no existe.

***

mi padre nos dijo que, esta vez, sí se iba y mi torpeza botó el vaso con jugo naranja

es mejor no moverse,
no mirarlo.
¿recogí los vidrios del piso? ¿limpié mi ropa?

Mi hermano y yo nos miramos, dejamos de comer.

y si no lo vi, ¿cómo puedo recordar la rojez de su cara?
su camisa de rayas celestes
mis dedos despiertan en una esquina de la lámina de plástico naranja de la mesa

el piso de la cocina, una capa de grasa

Un avión sobrevuela, deja una cicatriz blanca en el paladar azul del mediodía

No era domingo.


***

cinco gradas
catorce años
tu mano al salir del colegio

nos fuimos a mitad de la película
era nuestro tiempo
llevabas mi mochila adolescente
la sorpresa de nuestra leyenda

las calles pactaron nuestra inocencia
solo una tarde
tanto frío y nosotros neutros

elegí un helado embajador
tú, mis canciones
la edad de mi voz
era mi voz.

esa cafetería ya no existe.

mis pasos, cardumen extinto.


***


La enfermera pone su mano a la altura de mis ojos.
No los abras, Ana, ya falta poco.
Los abrí:
el cielo era un follaje arando charcos de luz.




Mi madre cierra las puertas. ¡Juega!
Me siento en el skate de mi hermano, ruedo hacia la pared del patio.
Canto al edificio lejano. Altísimo.
Vocales pariendo un pecho diminuto.
Y mis dedos, casi gotas, tocan su locura.



«¡Nació muerta!»
Mi madre sabía que nací muerta

(Las manchas de humedad siguen siendo).


Sus ropitas y cunita para D, dice mi madre.

Hogar de la madre:
Mi hermano trepado en un árbol quiere verme.
Mi padre emborracha su nueva creación.


Médano

Para no dejar de andar
y tocarme la cara,
y comprender mis ojos en un rito que soy yo.


quieres saber si voy fácil,
si quiero un poquito más,
el miedo es tuyo

A mis secretos,
a tu carcajada,
al rumor de babas.

Ahora yo soy la risa,
la letra piadosa,
el verso es mi voz.

***

Tienes que pedirle perdón, dice mi madre.
Miro a mi abuela.

La cocina del pacto


el azucarero desparramado,
es domingo de mañana.

No recuerdo el camino hacia la sala.

Está leyendo el diario en la mecedora empuñando su mirada.

Ahora entiendo estos 200 años de vergüenza.
Pedir perdón por existir.
Discúlpame, papá.
No me sale la voz.
Tú me robaste la voz.
O fue mi madre.
O la no-mirada de mi abuela.
Sus propias historias de silencios.



“Tan linda, se sienta tranquilita”

Felicitan a mis padres por su Milagritos bonita: calladita, no molesta, tan tranquilita.
Los demás niños corren, gritan.
Ella sentada con los adultos, le dicen que vaya a jugar.

Milagritos mira sus uñas sucias.
No son caracoles rosados.
Rasca los vellos de su vestido terciopelo verde.


III
Buena guardia

sus pestañas intoxicadas de grumos negros,
parecen postizas,
azul en sus  párpados
una línea  gruesa de tinta negra los define.

La muerte se cuela en orificios de olvidar.

***

La hora de comer es un mechón arrancado de mi garganta

1
Está sentada frente a un plato de lentejas,
el pelo hasta el piso
y sus ojos, cañería.
Me mira averiada: siéntate, come.
Tomo una cucharada de rafia, no quiero.
No seas severa con tu madre, come.


2
¿Estarás alimentada lo suficiente?
No es importante ser feliz.
Ni ser tu nombre.
Mi único amor, saber si abriste la boca
hasta ya no querer más.

Hasta odiarme.
Expulsada de tu cuerpo que soy yo.


3
Pareces un pejerrey, tienes que comer. ¿No ves cómo sufren ellos?

Toma rápido.
El jugo se asienta.

Me inventan tres sabores mustios.
Aniegan la sonda orogástrica.


***

Un día tuve un corazón en verso
un día mi cuerpo fue rizos color mediterráneo
Trepé a su furgoneta
mis brazos fueron bandera en sus ojos
mis ojos nazarena de playas
un eco de grutas

Me hubiera quedado a vivir en ese instante cuando volteaste a verme.

Fui ruta de sal.

***

esta piel densa con su cubierta  foliar
gotas en formas de arces de todas las estaciones

crecí en pacto con la flagrancia
mi voz fue profanada
nada es lo que soy,

quizá,
un bosque



Respiraba las grietas de quincha.
Veía temblar un tragaluz gris.
Quizá la vereda del frente sería menos amenazante.
Quizá ese hombre nunca existió.

La calle de grasa de los carros.
La esquina es un cine con olor a orina
La curiosidad vuelta gata, lentejuelas y piernas interminables.

Marco está a dos casas.
Mi único no–miedo eran sus ojos,
par de algodones de azúcar.
Y juego a buscarlo en este patio sin luz.

***

Sus miradas, pasadizos
“ven, vamos a ver”
Las tardes no traen luces de seda
En esa casa el aire deliraba cuchillos y tenedores
Mi pequeño vestido se perdía cada domingo

Mi hermano junto a mi padre
Estoy en brazos de mi madre
Un cuchillo llega a su codo

La pérdida se impregna en la corteza de los muebles rancios
Y mis ojos coagulan la humedad de cada mañana quieta
como dejando caer su tilde

***

Este país despinta la memoria
Siglos de espera arrimados
Trenzas mutiladas de sus furias
Espasmos que huelen a jazmines
Pueden amputarles hasta la herida
Pero las ondas de sus gritos son fauces
Voz desnuda atravesando el fuego



1
Inmolas tus ríos
Entre piedras desunidas
Te moja una neblina de polvo
Un sucio dorado
Insemina tu amarillo
Alto estremecido

2
Y tus destinos responden a gritos corales,
el musgo cruje.
Entonces tu recuerdo se pone en la tarde
Cada vez soy ternura
como mirando tus ropas, aún.


3
Una sien blanda atraviesa tus piernas como testigo
quisiera decirte no estás y que me entiendas que me escuches a estas horas.
Entonces te escribo para habitarme en la locura
Quizá mutilada de tanta lucha con el lenguaje
tocar esta media verdad como a una peregrinación

No me resultan

No me creo capaz

Cada clic crepita la pantalla
Cada letra cliqueada, un huésped

***

Nunca es noviembre de 1976
Nunca noches de Lima
Nunca los veintes

A los cuarenta, con un cuerpo jubilado,
hago un pacto de amor con sus restos.
Llegan las denuncias «tu cuerpo ahora nos pertenece». 
Has blasfemado a tu familia
«Eres mala»
«Te tengo miedo, Milagritos»

Y como cumplo con mi muerte,
Sigo mi juramento de ternura

«¡Trajiste hombres y botaste a tu abuela!»
Saldar cuentas
Todo pecado que no pude
A cada voracidad de mi piel

Dos abogados, tres administradores, mi padre y hermano dirimen: ley de garfio



¿Cuánto más necesitas de mí?
¿Por qué quieres ser yo?

Si  con mi vergüenza afilaste tus dientes
y mi saliva fue tu idioma
Corregiste mi nombre mi lenguaje mi frontera

Si me asignaste la dueña de tu ira
la culpable de tu temor
Y fui maleta de tu queja

¿Hasta donde el tajo?

Si controlaste mi ejército de alas hasta dejarme con esta sed de faros
Ungida para ser triángulo,
fui el puzzle a la sombra de tu ego

Desde entonces soy verbo maleable de sonidos imposibles,
un país incapaz de obedecer su mar