Es la primera noche en UCI. Tengo un tubo en la boca y no puedo hablar. No sé qué hora es pero me acaban de trasladar a otro espacio porque estaba muy «intranquila». Ahora estoy apartada del resto de los pacientes. En esta sala todo está oscuro y, de pronto, escucho las voces de mi madre, hermano y amigas. Son frases cortas en eco que se superponen y no tienen sentido.
Estoy teniendo un ataque de pánico.
Escucho también la emisora de una radio y la canción se repite una y otra vez.
Involuntariamente, muerdo el tubo como empujándolo hacia afuera. Suena una alarma.
• Ana, no muerdas el tubo – dice, una enfermera que se acerca y silencia la máquina.
Me concentro y no lo muerdo. Le tengo miedo a la advertencia de la enfermera.
Nuevamente las voces y la radio me vuelven loca. Ahora también veo a un residente que viene a auscultarme. Sé que es una alucinación. No es real.
• Ana, si sigues mordiendo el tubo te voy a tener que poner la boca de mayo
¿Qué es eso? ¿Qué más me van a hacer? ¿Es real esta enfermera? Es la tercera advertencia. Me concentro.
Las voces y el sonido de la canción repetida se hacen más fuertes y me distraigo y me asusto. Tengo terror. No sé si tengo los ojos cerrados o abiertos. Solo lloro. Estoy babeando porque no puedo tragar la saliva porque el tubo me lo impide. Estoy en una película de terror.
Se me vienen imágenes de Johnny cogió su fusil (1971) y de El ciempiés humano (2009). Me siento atrapada y sometida por esa enfermera. No puedo ver con claridad. No puedo gritar. Estoy cosida a mi propio cuerpo.
Nuevamente suena la máquina. La enfermera entra con otra persona y enciende la luz.
• Bueno, Ana, sigues mordiendo el tubo. No quieres hacer caso.
La otra mujer abre mi boca y Ángela, la enfermera, me mete una cosa que me impide cerrar la boca.
• Así te vas a quedar hasta que aprendas a no morder el tubo. Dice Ángela
Podría dejar la historia de este episodio aquí. O también podría seguir contándoles lo que sentí toda esa noche. Lo que pensé. Las alucinaciones que vinieron más fuertes. O hablarles del odio hacia Ángela y lo que mi mente planeó como venganza. Pero no existen palabras para describir lo que viví con el tubo de mayo en mi boca. Me paralizaron completamente. El problema es que cuando te encierran durante tanto tiempo, la mente se dispara y es difícil controlarla. Lo más duro es cuando me decían «tú eres psicóloga, tú debes saber cómo calmarte». Odié ser psicóloga en el hospital.
Hace unos meses le pregunté a una de mis cuidadoras cómo es una boca de mayo y me corrigió: «es tubo de mayo». Me trajo uno de su trabajo para que pueda verlo. Era completamente diferente a lo que pensé. Era mucho más pequeño. Nunca lo había visto. Lo he tenido en una repisa de mi habitación a una altura en donde la pueda ver. Hoy la descarté al fin.
Hace un año mi boca comenzó a gritar en este blog y nunca más callé. Cuando agradezco a los que han reposteado mis textos y a los primeros en publicar y registrar mi historia, les suelo decir que están haciendo fuerte mi voz. Están haciendo ruido por mí. Me sacan los tubos de la boca. Ustedes me han cargado todo este tiempo para que yo me pueda cargar.
Hace un año comencé a descoser mi boca. Hoy la uso para amar.
Fotos por Jessica Alva Piedra